12/03/2010

Oskar 2010:"The Hurt locker" (clik)




Un ejército de invasión y de ocupación, no tiene enemigos a la vista, ni un ejército enemigo formal al que se le enfrenta. Todo lo que se mueve, un gatito famélico que camina con una pata colgando y renqueando, una cosa que está entre papeles, unos viejos en sus harapos que caminan cansinos, unos niños corretones, unas sombras como chinescas en los altos de los inmuebles y las mezquitas, unos ojos que miran al invasor, como en un espectáculo extraterrestre, todo, absolutamente todo es susceptible de ser el enemigo. Por eso las miras de los fusiles amplifican la mirada, se mueven siguiendo los móviles a donde apuntan. El papel de la mirada es muy importante. Unos miran con miedo, con angustia, ante el desconocido, con recelo.




Otros miran como máquinas que registran el menor movimiento, con sospecha, con complejo de culpa. Los dedos se tensionan en el gatillo a la espera del momento en que se dispara. Se está allí en esa “tierra hostil” no tanto por lo desértica, por lo calurosa, por la pobreza y el hambre, sino porque se llego allí sin haberlo pedido o solicitado. Por qué se inventó una gran mentira para justificar la invasión y controlar el objetivo: el petróleo, sin el cual las transnacionales en occidente no podrían producir.
















Pero no importa la gran mentira, se está allí y punto. Como se estuvo ayer en Centroamérica y como se estuvo en Vietnam y allí donde la “santa democracia”, ese injerto de política y religión, donde los buenos,- los “judeo-cristianos”- vaya envilecimiento de la religión o mejor la religión como legitimación o sacralización de la política -, son los propietarios de las grandes transnacionales que dominan el mundo y las comunicaciones, comprendido el cine. Son igualmente los propietarios de la “verdadera” democracia y por tanto portadores de la verdad y esa verdad es la que se impone a sangre y fuego. Con la mejor tecnología, que a la hora de nona puede no servir y dañarse como aquella escena donde las balas del fusil que se entraban…con la sangre derramada. Como una metáfora, la sangre coagula las balas.





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